Esos colombianos que dejan de estudiar se vuelven causa y consecuencia de los problemas nacionales.

Esos colombianos que dejan de estudiar se vuelven causa y consecuencia de los problemas nacionales.

Rojas Medellín José Daniel: lo vimos llegar al consejo de ministros del 4 de febrero, con esa cara de quien llega rezagado a clase. “Ya pasé por Educación, ministro. Espero que le digan sus compañeros qué fue lo que dije”, lo regañó el Presidente. Lo que ya había dicho era que la cartera educativa presentaba el mayor incumplimiento frente a las metas del Gobierno: “Educación: 18 compromisos sin cumplir. Esto es el 95 por ciento del total de lo que hemos hecho”.

Aunque no es claro de dónde sacó Petro ese 95 % de lo que NO ha hecho SU Gobierno, el porcentaje contribuye a entender las cifras sobre deserción escolar y repitencia en 2023, reveladas con un año de retraso por el propio Ministerio y publicadas la semana pasada en este diario.

“Usted tiene muchísima razón en cuanto al rezago que existe frente a nuestro programa de Gobierno” –admitió Rojas–, y conviene matizar su afirmación, pues no se trata solo de un incumplimiento en las ejecuciones del programa, sino de un retroceso con respecto a la década pasada, del que ya no basta con culpar a la emergencia sanitaria por covid-19: en 2023, de los 9,8 millones de alumnos matriculados, 335.364 abandonaron la escuela.

Si imaginan el tamaño del colegio de sus hijos, ¿cuántos colegios se necesitan para albergar a estos estudiantes perdidos? ¿Por qué calles o caminos andan hoy esos niños, niñas y adolescentes? ¿A qué dedican ese tiempo, el más fértil de la vida?

En ese mismo 2023, la repitencia escolar fue de 725.563, correspondiente al 8,1 por ciento. El porcentaje, cuatro veces mayor al de hace cinco años, está relacionado con la deserción y con la “extra-edad” de aquellos repitentes frecuentes que se atrasan, año tras año, en su trayectoria escolar.

Los problemas de ‘bullying’, la sensación de fracaso personal y familiar y la pérdida de sentido sobre la pertinencia de la escuela requieren un trabajo para el que la mayoría de las instituciones educativas no están preparadas y, de cada cien niños que entran a Primer Grado, solo cuarenta y cuatro se gradúan en el tiempo previsto. Esos colombianos que dejan de estudiar son responsabilidad del Estado y la sociedad y se convierten, a la vez, en causa y consecuencia de los problemas nacionales.

Los problemas de ‘bullying’, la sensación de fracaso personal y familiar y la pérdida de sentido sobre la pertinencia de la escuela requieren un trabajo para el que la mayoría de las instituciones no están preparadas

Por supuesto, la guerra en el Catatumbo, en el Valle, el Cauca y en el Chocó, el abandono institucional de los departamentos de la selva amazónica y la ausencia del Estado en muchos lugares son causas de deserción y están relacionados con el reclutamiento de menores del cual acaba de lanzar una alerta la Defensora del Pueblo.

Se sabe también que el desplazamiento forzado y la migración impiden a las familias matricular a sus hijos en una escuela estable y que la carga de las tareas domésticas, la explotación sexual y el embarazo adolescente, que agravan la desigualdad de género, se reflejan en el abandono de la escuela, y es probable que veamos aumentar estas cifras de deserción en 2024 y 2025 en las siguientes mediciones. El problema es que las conoceremos varios años después, cuando ya no podamos remediar el daño irreversible causado a cada joven.

El secreto a voces –lo sabe, incluso, el Presidente– es que hay una catástrofe educativa que muestra las brechas de siempre entre lo urbano y lo rural, la educación privada y la oficial y entre el capital social, relacionado con los recursos económicos, que nada se ha hecho en el Gobierno para cambiar la educación primaria y secundaria, sin mencionar a la educación inicial, y que eso no está en la agenda del Gobierno.

Crear universidades cuando se sabe que hay niños de Quinto que no saben leer, con un ministro incapaz de afrontar una crisis de semejante magnitud, es una tragedia. Y, más allá del gremio, no parece importarle a nadie.

YOLANDA REYES

(Lea todas las columnas de Yolanda Reyes en EL TIEMPO, aquí)

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Author: becate

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