
Necesitamos ciudadanos con estabilidad financiera y responsables del manejo de su plata porque así pueden tomar mejores decisiones
Hablar de bienestar financiero en Colombia no es un tema menor; es un desafío grande y urgente para construir una economía más equitativa y sostenible. Hoy, cerca del 40% de los hogares colombianos enfrenta dificultades para cubrir sus necesidades básicas, y la falta de educación financiera no solo profundiza esta realidad, sino que limita el desarrollo económico del país.
No podemos seguir viendo la educación financiera como un tema opcional o exclusivo de ciertos sectores. La verdad es que es un derecho que empodera a las personas y fortalece la economía, y el ecosistema financiero debe garantizar que cada persona pueda entender sus finanzas, así como el acceso a herramientas prácticas que le permitan mejorar su calidad de vida y su relación con el dinero.
La estabilidad financiera de las personas y los negocios no debe depender exclusivamente del sistema pensional o de soluciones a corto plazo. Sin una educación financiera sólida, millones de colombianos corren el riesgo de llegar a la tercera edad sin los recursos necesarios para mantenerse.
El acceso a productos y servicios financieros es limitado en muchas regiones del país. Solo 55% de los habitantes en zonas rurales tiene algún producto financiero, lo que significa que casi la mitad de esa población sigue al margen del sistema. Esto afecta su capacidad de ahorro y crecimiento, y perpetúa la informalidad y la desigualdad. La falta de una estrategia integral nos mantiene como uno de los países con mayores brechas sociales dentro de la Ocde.
Si queremos soluciones concretas y sostenibles, el sistema financiero debe actuar con decisión en tres frentes. Primero, la digitalización con pedagogía: no basta con desarrollar plataformas tecnológicas si no están diseñadas para que las personas las comprendan y las usen. Segundo, acceso al crédito con equidad: los modelos tradicionales de evaluación del riesgo dejan por fuera a personas y negocios con potencial, pero sin un historial financiero formal.
La inclusión crediticia no solo es una cuestión de justicia económica, sino un motor de desarrollo que debemos fortalecer con modelos más flexibles y tecnologías que permitan evaluar el comportamiento financiero más allá de los criterios convencionales. Y tercero, el uso estratégico de los datos: la información financiera debe ser una aliada de las personas para planificar, prevenir e invertir de forma eficiente y consciente.
El bienestar financiero no se trata solo de cifras o reportes crediticios. Es la base de una sociedad más equitativa, productiva y resiliente. Es una tarea conjunta en la que el sector público, el sector privado y la sociedad deben comprometerse activamente. Si queremos un país con menos desigualdades, necesitamos ciudadanos con estabilidad financiera y responsables del manejo de su plata porque cuando las personas tienen control sobre su dinero, pueden tomar mejores decisiones, generar oportunidades y construir un futuro más sólido para ellos y para el país.
Luz María Velásquez
VP de Negocios, Personas, Pymes y Empresas de Bancolombia.
