Rectora de Eafit: ‘Las universidades no podemos pelear con las tecnologías y la IA’ – Educación – Vida


Medellín fue sede de la primera edición del GEF&WISE Summit que se realizó en Latinoamérica. Se trata de uno de los eventos de educación más importantes del mundo, que tuvo lugar en las instalaciones de la Universidad Eafit.

En ese escenario, Claudia Restrepo, la rectora de esta institución y una de las tres mujeres más importantes en el sector universitario, habló con EL TIEMPO sobre los desafíos más cruciales que atraviesan las instituciones de educación superior. Y es que el panorama no es nada fácil. La irrupción de las nuevas tecnologías que amenaza con cambiar la enseñanza, un contexto pospandémico que dejó a los jóvenes con deficiencias académicas y emocionales, sumado a un mercado laboral muy cambiante y a unas universidades estáticas.

Sumado a esto, Restrepo reflexionó sobre las estrategias del Gobierno para el sector, ante las que expresó su preocupación por lo que calificó como un descuido hacia las instituciones privadas su expansión hacia las zonas rurales, y aseguró que

¿Qué opina usted de las estrategias, de los planes del Gobierno para la educación superior? Los nuevos cupos, la regionalización de las universidades…

El Gobierno ha puesto sobre la agenda la educación superior, cosa que no pasaba en años anteriores. Puso sobre la mesa el acceso a la educación superior, que es un tremendo problema en el país. O sea, nosotros tenemos unas coberturas bajas y en zonas aisladas ni hablar. Me parece que es relevante pensar que la educación tiene que ir a las regiones. ¿Qué observaciones tengo? El Ministerio a veces no se da cuenta de que el sistema de educación superior del país es mixto. Es decir, hay universidades públicas y hay universidades que se llaman privadas, pero que realmente en este país somos sin ánimo de lucro y que hemos sido muy importantes. Por ejemplo, la cobertura en Antioquia, en educación superior, se concentra en estas universidades.

¿Por qué siente que se olvidaron de la universidad privada?

Campus universidad Eafit, una de las más importantes del país.

Foto:

Cortesía Universidad Eafit

Es como si se olvidaran de nuestra labor para la sociedad. Esta es una universidad que no recibe recursos, sino de los estudiantes que pagan la matrícula. Gracias a eso somos capaces de hacer becas para poder atraer a otros estudiantes que no pueden pagar. En Eafit el 20 por ciento de la población es becada, que sin eso no pueden entrar a la educación superior, porque en la pública no hay cupos. Crear una universidad no es abrir un programa en un salón. Una universidad necesita laboratorios, campus. Es muy ambicioso decir vamos a regionalizar, pero no podemos llevar la baja calidad a todas partes. Por otro lado, he escuchado al Ministerio hablar de cambiar el sistema de aseguramiento de calidad, pero no he visto que estemos dispuestos a hacer disrupciones importantes.

Muchas veces el sector privado, los gobiernos nacionales y locales no priorizan la educación porque dicen que los resultados se ven a largo plazo…

Es muy ambicioso decir vamos a regionalizar, pero no podemos llevar la baja calidad a todas partes.

Yo he trabajado en educación muchos años. Sobre la tesis de que los resultados de educación se sienten en el largo plazo, tengo mis dudas. En un programa de primera infancia, claro que muchas cosas se verán a largo plazo. Pero hay otras cosas en ese mismo programa que yo mido inmediatamente, como la salud integral de ese niño cuando empieza un proceso de educación más temprano, el éxito en el tránsito a primero de primaria, que es uno de los niveles de deserción más altos. Lo que uno tiene que hacer es una ponderación entre los resultados de largo plazo y los resultados de corto plazo.

¿Cree que la educación si puede mover voluntades políticas y económicas?

Si hay algo que mueve es la educación. No cuesta trabajo moverla, cuesta trabajo mantenerla moviéndose.

¿La inteligencia artificial es una amenaza para la educación superior?

Creo que nos obliga a las universidades a cambiar nuestros modelos. Si yo como profesora le pongo a mis estudiantes a hacer ensayos, el punto no es si se los hace la inteligencia artificial, es más, puede que la inteligencia artificial lo escriba mejor que mi estudiante. Entonces la pregunta en mi evaluación tiene que ser distinta. Probablemente no necesito que escriba el ensayo. Probablemente lo que yo tengo que evaluar es la creatividad con la que él lo aborda, la manera como lo presenta, el ejercicio en el aula. No es una tecnología disruptiva, es acumulativa, es que de inteligencia artificial estamos hablando desde los años 50. Claro, nos sorprendió la salida de ChatGPT y esto cambia sustancialmente la experiencia. Pero yo he sido la primera que dice que uno no puede pelear con la tecnología. Lo que pasa es que estos son indicios muy marcados de que la educación sí tiene que cambiar.

¿Cómo debe ser ese cambio?

La educación es en sí una tecnología de cómo se aprende y por años ha estado basada en una forma de aprendizaje en particular. Hoy las formas de aprendizaje cambiaron sustancialmente. La educación tiene que cambiar. Eso no lo lograremos de un día para otro. Nos toca hacer cambios importantes.

¿Cómo lo afronta Eafit, por ejemplo?

Primero, no peleemos con esto. Segundo, no nos pongamos a hacer protocolos, modelos para decir cómo vamos a regular algo que no tiene regulación. Preguntémonos cómo usar esto para hacer cosas que antes hacíamos, por ejemplo, mentorías, y en cambio, revolucionemos la manera como estamos pensando la actividad del aula, desde cómo enseñamos hasta cómo evaluamos. El problema no es si nuestros estudiantes utilizan o no la inteligencia artificial. A mí lo que me importa es que sean capaces de preguntarle a la inteligencia artificial lo importante, de darse cuenta si les dio una respuesta mediocre y la puedan complementar. Tercero, a todos nuestros estudiantes en la universidad les damos pensamiento computacional en el primer semestre para que sean capaces de interactuar bien con las nuevas tecnologías.

¿Y cómo formar desde las universidades a estudiantes para unas carreras, unas labores que pueden ser reemplazadas por estas tecnologías?

En Colombia las pruebas Saber están basadas en competencias, evaluamos por competencias, pero enseñamos por disciplinas. Y eso es cada vez más complejo. Tenemos que empezar a enseñar por competencias, porque un estudiante debe tener la capacidad para resolver problemas, porque puede que los problemas le vayan cambiando. Puede que en dos años lo que le enseñamos no le va a servir. Necesitamos desarrollar en el pensamiento crítico, capacidad analítica, reflexiva, la posibilidad de saber trabajar en proyectos, de dimensionar un reto, cómo se configura, cómo se integra, cómo se produce. En eso se debe centrar la enseñanza.

¿Usted habla entonces de desaparecer las disciplinas?

Debemos pensar si es necesario dejar de enseñar por disciplinas. Hoy todos los programas universitarios están migrando a trabajar por competencias. Pero hay un lío grande en regulación, que me dice que se demora tres años en aprobar un programa. Esto hace que las universidades abran programas cuando ya no son importantes, y no somos capaces de cerrarlos, porque cuesta tanto volver a abrir otro. Esto nos va a implicar cambios regulatorios. La idea es poder ofertar un programa para dos o tres cohortes y no más.

Es decir, debemos cambiar completamente el modelo de educación superior…

Claro. Tenemos que ajustarnos a un fenómeno general que no se veía en la época mía, y es el cambio entre carreras. Muchos jóvenes terminan estudiando dos carreras, estudian biología e ingeniería matemática, o estudian literatura y biología. Y eso se da porque están buscando rutas más personalizadas. Cada vez eso es más común. Ya salen con énfasis o micro certificación. La educación del futuro ya está pasando. La capacidad nuestra es la que está siendo lenta.

¿La idea actual de calidad también está desactualizada?

Yo siempre me pregunto qué entienden por calidad. La calidad de la educación hace unos años era la estandarización. Es decir, era un poco la revolución industrial de la máquina. ¿Cómo garantizábamos que las universidades en Colombia fueran de calidad? Porque tenemos la acreditación, estamos súper asegurados, nos revisan el proceso, que el profesor haga tal cosa, que los laboratorios estén. Y eso no está mal. Lo que pasa es que es una camisa de fuerza, porque, paralelo a eso, la sociedad nos está pidiendo flexibilidad, rapidez, conexión con los problemas concretos de la sociedad, responderle rápidamente a las necesidades que ellos tienen, ser más algorítmicos. Los pelados básicamente se imaginan más la educación como un Spotify o un Netflix, que como una cosa estandarizada.

¿Pasa también con los rankings que miden la calidad?

Ya hay universidades en el mundo que desistieron de seguir renqueando, que ya han dicho no nos ranqueamos más, porque esto es una camisa de fuerza. La gente me está pidiendo otra cosa, la sociedad me está pidiendo otra cosa y yo estoy todavía aquí pensando cómo participo del ranking. Calidad no es solamente que estemos estandarizados y controlemos el proceso. Calidad es que le respondamos a la sociedad con lo que necesita y que le respondamos en los tiempos que necesita. Qué rico que nos cambiaran los indicadores. Ahora, eso se va a demorar.

¿Y mientras tanto?

En el entretanto, rescatar una de las cosas que yo más amo de la pandemia, que nos aceleró, nos agitó. Todavía nos estamos demorando, pero creo que ya la conversación está muy en la mesa. Por ejemplo, el Ministerio de Educación tiene súper claro en su agenda que verdaderamente el modelo de calidad, de aseguramiento de la calidad, se ha vuelto una barrera y que toca buscar soluciones. En el entretanto, nos toca seguir haciendo disrupción.

Ya que me habla de la pandemia, ¿cómo son los jóvenes que están entrando ahora a la universidad?

Esta generación es una generación que califico como altamente sensible, lo cual es su mayor bondad y es su mayor problema. Son súper empáticos, tienen el cambio climático en su agenda, la diversidad, el respeto a la diferencia. Son altamente sensibles a los grandes desafíos de la humanidad. ¿Problema? Les falta resiliencia porque son muy frágiles, porque eso que los sensibiliza, les rompe su salud mental, los hace más intolerantes al fracaso, a lo que el otro diga. Así como se conectan muy fácil con el dolor del otro, también es muy fácil hacerles sufrir porque son más vulnerables al ataque. Tenemos que trabajar fuertemente la inteligencia emocional. Eso se convierte en problemas de salud mental, en problemas de sueño, en alteraciones para poder llegar a acuerdos con la gente.

Formativamente, ¿ustedes también vieron problemas con estos últimos jóvenes?

Sí. En la universidad no tenemos examen de ingreso, pero tenemos una prueba diagnóstica para todos los estudiantes en el primer semestre en competencias lectoescritoras, en matemáticas y en inglés. El resultado es una baja sustancial en la competencia matemática y en la competencia lectoescritura, siendo un poco más grave esta última. Se intensificó porque las tecnologías son muy buenas para conectar, pero las metodologías que se adaptaron a ese proceso no estaban completamente diseñadas para esos medios. Y no afectó solo a los nuevos. Yo tenía estudiantes en quinto semestre con los que tuvimos que hacer remediales porque era como si no hubieran visto los semestres anteriores.

MATEO CHACÓN ORDUZ
Redacción Educación



Tomado de el Tiempo.com

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