David Cortés, un trabajador social nacido en zona rural de Tumaco (Nariño), aparece en el escenario del Centro Cultural del Gimnasio Moderno, en Bogotá. Era la celebración de los 60 años de Plan, una fundación que lleva 60 trabajando por el bienestar y el progreso de niños y niñas en los territorios más alejados, empobrecidos y vulnerables de Colombia.
Y toma el micrófono: “Lo primero que quiero destacar es que soy orgulloso de ser afrocolombiano, soy el menor de tres hermanos, nacido en una familia de campesinos de zona rural de Tumaco, en frontera con Ecuador. Cuando tenía 7 años fui desplazado por la violencia junto con mi familia, razón que nos llevó a buscar refugio y a empezar nuevamente nuestras vidas en otro territorio”, dice el joven, de 30 años, y resalta que desde ese entonces, en medio de la guerra, ya era un niño beneficiado de los proyectos sociales de Plan que se proyectaba como líder comunitario.
“A los 17 años tuve que salir de mi territorio para huir de la violencia a la ciudad de Bogotá. En algunas ocasiones tuve que padecer situaciones de hambre y racismo. Y fue allí donde padecí uno de los momentos más crueles de mi vida: con tan solo 17 años dormí una semana en las calles, estuve desorientado, solo y llorando arrepentido de nacer en una de las zonas más violentas del mundo”, sigue David en su relato.
Pero sus sueños fueron más poderosos que las necesidades y logró un cupo para estudiar trabajo social en el Colegio Mayor de Cundinamarca. Y ya, graduado, consiguió trabajo en la Comisión de la Verdad y cumplió otro de sus más grandes anhelos: hacer una maestría Gestión Pública en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Los Andes. “Jamás me hubiera imaginado que podría entrar a esta universidad. Le agradezco a Plan por todo su apoyo, por enseñarme a soñar”. El público presente aplaudió a David. Otros beneficiarios también dieron sus testimonios.
“Me siento entusiasmada. Hoy, celebramos 60 años de poder transformar sueños en realidades. En todo este tiempo, Plan ha sembrado esperanza y empoderamiento en más de 3.361.288 niñas, niños, adolescentes y jóvenes de nuestro país”, afirmó Ángela Anzola de Toro, presidenta de Plan Colombia, que hace parte de Plan Internacional, una organización humanitaria presente en todo el mundo.

David Cortés, desplazado por la violencia en Tumaco, siempre ha estado vinculado a los proyectos sociales de la fundación Plan.
“A lo largo de nuestra trayectoria, hemos abordado temas vitales como educación, asistencia humanitaria, construcción de paz, migración y empoderamiento”, señala Anzola de Toro, quien considera que los principales problemas de la infancia en Colombia incluyen la falta de acceso a una educación de calidad, la desnutrición, la violencia, el trabajo infantil, la falta de acceso a servicios de salud adecuados y la discriminación en algunas comunidades.
Presente en las regiones más apartadas del País, Plan se ha enfocado, principalmente, en las niñas. “Creemos firmemente en dar voz a las niñas, para que sean ellas quienes cuenten sus realidades y sean protagonistas de sus propias historias. Cuando empoderamos a las niñas, no solo creamos un mundo más justo, sino también más próspero y equitativo”, sigue. Es por eso que temas como la prevención de embarazos en niñas y adolescentes es una de sus principales banderas. Sobre todo en la problemática de las maternidades infantiles.
“Hemos diseñado una estrategia que busca visibilizar que, en Colombia, el embarazo infantil forzado es un delito grave en contra de las niñas menores de 14 años, que vulnera sus derechos e impacta negativamente sus vidas”, afirma. Y cita estadísticas oficiales del Departamento Nacional de Estadísticas (Dane) que establecen que, en el 2021, se registraron aproximadamente 4.895 embarazos en niñas de 10 a 14 años, lo que significa que hubo 2,5 nacimientos por cada 1.000 niñas.
“Un embarazo en una niña menor de 14 años no solo es un delito, sino que también tiene graves repercusiones a nivel físico, psicosocial, emocional y cognitivo, generando riesgos acumulados en el curso de vida, limitando el desarrollo de oportunidades y capacidades. También se refuerzan las desigualdades de género y la trampa de la pobreza”, puntualizó.José Alberto Mojica
EL TIEMPO