Aunque los peligros de que los niños tengan acceso a la tecnología sin supervisión parental son latentes y bien conocidos por todos, las exigencias del mundo actual, donde la inmersión en sistemas digitales es casi absoluta, ya no permiten dejar por fuera a los más chicos de los lenguajes de computación y de programación.
Estudios de la OCDE demuestran que los entornos educativos más innovadores y con mejores resultados de aprendizaje son aquellos que, además de un sistema pedagógico innovador, integran nuevas tecnologías para su desarrollo diario. Entre los beneficios señalados está la democratización de la cultura, el abrir nuevas oportunidades de enseñanza a los profesores, la personalización de la enseñanza y la educación de estudiantes altamente efectivos y desenvueltos en la sociedad de la información.
Por su parte, Claudia Ferrufino, directora del Knightsbridge Schools International, afirma: “las clases de computación generan habilidades esenciales para la productividad, satisfacción y creatividad de los estudiantes, tales como la digitación ágil, el pensamiento lógico, el seguimiento de instrucciones efectiva, la efectividad en la búsqueda de información, la gestión y organización de la información, la comunicación digital (crear relaciones en el contexto virtual), el trabajo en equipo o colaborativo, la programación y el pensamiento computacional”.
La pregunta clave aquí es desde cuándo debe iniciar este proceso. Y aunque existen posiciones encontradas, lo cierto es que los niños, desde edad preescolar, ya están interactuando de una u otra manera con dispositivos electrónicos, incluso con herramientas digitales dentro de las aulas de clase en los jardines infantiles.
Juan Pablo Aljure, presidente del Colegio Rochester, considera que estas, como asignaturas, no deberían dictarse antes de primer o segundo grado. En su opinión: “la educación en niños, entre los tres y siete años, se debe enfocar en un adecuado desarrollo físico, emocional y social, no en el uso de dispositivos electrónicos. Incluso, deberían estar lo más lejos posible de la exposición al campo magnético y las ondas de alta frecuencia en el rango gigahertz que estos dispositivos emiten. Se ha comprobado en múltiples estudios que afecta el electroencefalograma, el sueño y la salud, y que, en una exposición continuada, podrían generar desórdenes físicos y hasta fatales en los niños”.
Así mismo, Ferrufino, aunque considera que estas habilidades pueden comenzar a desarrollarse desde los cinco años, hace énfasis en que el tiempo en pantalla debe ser moderado y controlado para proteger el desarrollo de la materia gris y blanca del cerebro de los niños. Y concuerda en que es importante que primero se trabaje en el desarrollo motor fino y grueso, antes de iniciar con el computacional, así como el mantener los espacios de juego libre, juego con la familia y tiempo de lectura.
Los pénsum actuales deberían incluir el aprendizaje no solo en la asignatura de computación sino también de lenguajes de programación, para adquirir habilidades en el desarrollo de aplicaciones y softwares. Tristemente, según la OCDE, solo el 60,5 por ciento de la población colombiana tiene acceso Internet, y muchos gobiernos locales se niegan, por falta de recursos, a la posibilidad de dotar las escuelas y bibliotecas de terminales y conexión de banda ancha; lo cual mantiene abierta la brecha y restringe a una gran parte de la población de oportunidades que hoy exige el mercado laboral.
Otra brecha de la que habla la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico es la generacional, en la que se identifican muchos maestros del país que, al carecer de habilidades computacionales y no entender su propósito, se cierran a la innovación y, por ende, impiden a los alumnos acceder a la misma.
Sin duda, uno de los puntos que toma protagonismo en la actualidad es la Inteligencia Artificial. ¿Cómo educar a los jóvenes que entrarán a un mundo laboral cada día más liderado por este tipo de tecnologías? Según Fernando Gómez, decano de la Facultad de Ingeniería de Sistemas de la Universidad Piloto de Colombia, la clave está en la conciencia. Aquello a lo que nunca podrá acceder la IA.
Claudia Ferrufino ve la inteligencia artificial como una oportunidad para que los estudiantes se enfoquen en el desarrollo de habilidades blandas, como el trabajo en equipo, la comunicación asertiva, la empatía y la creatividad. “La posibilidad de entender las necesidades del entorno y de crear nuevas necesidades serán fundamentales para diferenciarse de actividades operativas, repetitivas y mecánicas, que podrán hacerse con IA”, asegura. Por su parte, Juan Pablo Aljure considera que los retos de la ciencia de la computación deben orientarse a desarrollar habilidades humanas desde la ética: “Cómo empatizar, analizar y tomar decisiones pensando en el bien común y resolver problemas complejos”.
Finalmente, no podemos negarnos a las necesidades tecnológicas del mundo actual, pero debe ser responsabilidad de los padres de familia y los maestros educar y promover un sano equilibrio entre el uso de los dispositivos electrónicos y las actividades deportivas, artísticas, culturales y sociales que no los involucren y que, por el contrario, alienten las relaciones interpersonales. “Uno no dejaría a su hijo de 10 años en el centro de Bogotá solo a las 10 de la noche, pero es lo muchos padres hacen con sus hijos al darles un celular inteligente sin restricciones parentales, ya que acceden a un mundo virtual lleno de callejones peligroso, impostores y ladrones. Ser padre hoy día implica serlo también en el mundo virtual”, concluye Juan Pablo Aljure.
ADRIANA RESTREPO
*Especial para EL TIEMPO
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